Proverbios 9 & Salmo 102
- Recordatorio de Los Drs. Hood Devocional –
- 9 nov 2015
- 3 Min. de lectura

Invitación de la sabiduría y de la necedad
Proverbio 9
9 La sabiduría construyó su casa y labró sus siete pilares. 2 Preparó un banquete, mezcló su vino y tendió la mesa. 3 Envió a sus doncellas, y ahora clama desde lo más alto de la ciudad. 4 «¡Vengan conmigo los inexpertos! —dice a los faltos de juicio—. 5 Vengan, disfruten de mi pan y beban del vino que he mezclado. 6 Dejen su insensatez, y vivirán; andarán por el camino del discernimiento.
7 »El que corrige al burlón se gana que lo insulten; el que reprende al malvado se gana su desprecio. 8 No reprendas al insolente, no sea que acabe por odiarte; reprende al sabio, y te amará. 9 Instruye al sabio, y se hará más sabio; enseña al justo, y aumentará su saber.
10 »El comienzo de la sabiduría es el temor del SEÑOR; conocer al Santo es tener discernimiento. 11 Por mí aumentarán tus días; muchos años de vida te serán añadidos. 12 Si eres sabio, tu premio será tu sabiduría; si eres insolente, sólo tú lo sufrirás.»
13 La mujer necia es escandalosa, frívola y desvergonzada. 14 Se sienta a las puertas de su casa, sienta sus reales en lo más alto de la ciudad, 15 y llama a los que van por el camino, a los que no se apartan de su senda. 16 «¡Vengan conmigo, inexpertos! —dice a los faltos de juicio—.
17 ¡Las aguas robadas saben a gloria! ¡El pan sabe a miel si se come a escondidas!» 18 Pero éstos ignoran que allí está la muerte, que sus invitados caen al fondo de la fosa.
Salmo 102
Oración de un afligido que, a punto de desfallecer, da rienda suelta a su lamento ante el SEÑOR.
1 Escucha, SEÑOR, mi oración; llegue a ti mi clamor. 2 No escondas de mí tu rostro cuando me encuentro angustiado. Inclina a mí tu oído; respóndeme pronto cuando te llame.
3 Pues mis días se desvanecen como el humo, los huesos me arden como brasas. 4 Mi corazón decae y se marchita como la hierba; ¡hasta he perdido el apetito! 5 Por causa de mis fuertes gemidos se me pueden contar los huesos. 6 Parezco una lechuza del desierto; soy como un búho entre las ruinas. 7 No logro conciliar el sueño; parezco ave solitaria sobre el tejado. 8 A todas horas me ofenden mis enemigos, y hasta usan mi nombre para maldecir. 9 Las cenizas son todo mi alimento; mis lágrimas se mezclan con mi bebida. 10 ¡Por tu enojo, por tu indignación, me levantaste para luego arrojarme! 11 Mis días son como sombras nocturnas; me voy marchitando como la hierba.
12 Pero tú, SEÑOR, reinas eternamente; tu nombre perdura por todas las generaciones. 13 Te levantarás y tendrás piedad de Sión,
pues ya es tiempo de que la compadezcas. ¡Ha llegado el momento señalado! 14 Tus siervos sienten cariño por sus ruinas; los mueven a compasión sus escombros. 15 Las naciones temerán el nombre del SEÑOR; todos los reyes de la tierra reconocerán su majestad. 16 Porque el SEÑOR reconstruirá a Sión, y se manifestará en su esplendor. 17 Atenderá a la oración de los desamparados, y no desdeñará sus ruegos.
18 Que se escriba esto para las generaciones futuras, y que el pueblo que será creado alabe al SEÑOR. 19 Miró el SEÑOR desde su altísimo santuario; contempló la tierra desde el cielo, 20 para oír los lamentos de los cautivos y liberar a los condenados a muerte; 21 para proclamar en Sión el nombre del y anunciar en Jerusalén su alabanza, 22 cuando todos los pueblos y los reinos se reúnan para adorar al SEÑOR.
23 En el curso de mi vida acabó Dios con mis fuerzas; me redujo los días. 24 Por eso dije: «No me lleves, Dios mío, a la mitad de mi vida; tú permaneces por todas las generaciones. 25 En el principio tú afirmaste la tierra, y los cielos son la obra de tus manos. 26 Ellos perecerán, pero tú permaneces. Todos ellos se desgastarán como un vestido. Y como ropa los cambiarás, y los dejarás de lado. 27 Pero tú eres siempre el mismo, y tus años no tienen fin. 28 Los hijos de tus siervos se establecerán, y sus descendientes habitarán en tu presencia.»