Proverbios 5 & Salmo 38
- Recordatorio de Los Drs. Hood Devocional –
- 5 feb 2016
- 3 Min. de lectura

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Proverbios 5
Advertencia contra el adulterio
5 Hijo mío, pon atención a mi sabiduría y presta oído a mi buen juicio, 2 para que al hablar mantengas la discreción y retengas el conocimiento. 3 De los labios de la adúltera fluye miel; su lengua es más suave que el aceite. 4 Pero al fin resulta más amarga que la hiel y más cortante que una espada de dos filos. 5 Sus pies descienden hasta la muerte; sus pasos van derecho al sepulcro. 6 No toma ella en cuenta el camino de la vida; sus sendas son torcidas, y ella no lo reconoce.
7 Pues bien, hijo mío, préstame atención y no te apartes de mis palabras. 8 Aléjate de la adúltera; no te acerques a la puerta de su casa, 9 para que no entregues a otros tu vigor, ni tus años a gente cruel; 10 para que no sacies con tu fuerza a gente extraña, ni vayan a dar en casa ajena tus esfuerzos. 11 Porque al final acabarás por llorar, cuando todo tu ser se haya consumido. 12 Y dirás: «¡Cómo pude aborrecer la corrección! ¡Cómo pudo mi corazón despreciar la disciplina! 13 No atendí a la voz de mis maestros, ni presté oído a mis instructores. 14 Ahora estoy al borde de la ruina, en medio de toda la comunidad.»
15 Bebe el agua de tu propio pozo, el agua que fluye de tu propio manantial. 16 ¿Habrán de derramarse tus fuentes por las calles y tus corrientes de aguas por las plazas públicas? 17 Son tuyas, solamente tuyas, y no para que las compartas con extraños. 18 ¡Bendita sea tu fuente! ¡Goza con la esposa de tu juventud! 19 Es una gacela amorosa, es una cervatilla encantadora. ¡Que sus pechos te satisfagan siempre! ¡Que su amor te cautive todo el tiempo! 20 ¿Por qué, hijo mío, dejarte cautivar por una adúltera? ¿Por qué abrazarte al pecho de la mujer ajena?
21 Nuestros caminos están a la vista del Señor; él examina todas nuestras sendas. 22 Al malvado lo atrapan sus malas obras; las cuerdas de su pecado lo aprisionan. 23 Morirá por su falta de disciplina; perecerá por su gran insensatez
Salmos 38
Salmo de David, para las ofrendas memoriales.
1 Señor, no me reprendas en tu enojo ni me castigues en tu ira. 2 Porque tus flechas me han atravesado, y sobre mí ha caído tu mano. 3 Por causa de tu indignación no hay nada sano en mi cuerpo; por causa de mi pecado mis huesos no hallan descanso. 4 Mis maldades me abruman, son una carga demasiado pesada.
5 Por causa de mi insensatez mis llagas hieden y supuran. 6 Estoy agobiado, del todo abatido; todo el día ando acongojado. 7 Estoy ardiendo de fiebre; no hay nada sano en mi cuerpo. 8 Me siento débil, completamente deshecho; mi corazón gime angustiado.
9 Ante ti, Señor, están todos mis deseos; no te son un secreto mis anhelos. 10 Late mi corazón con violencia, las fuerzas me abandonan, hasta la luz de mis ojos se apaga. 11 Mis amigos y vecinos se apartan de mis llagas; mis parientes se mantienen a distancia. 12 Tienden sus trampas los que quieren matarme; maquinan mi ruina los que buscan mi mal y todo el día urden engaños.
13 Pero yo me hago el sordo, y no los escucho; me hago el mudo, y no les respondo. 14 Soy como los que no oyen ni pueden defenderse. 15 Yo, Señor, espero en ti; tú, Señor y Dios mío, serás quien responda. 16 Tan sólo pido que no se burlen de mí, que no se crean superiores si resbalo.
17 Estoy por desfallecer; el dolor no me deja un solo instante. 18 Voy a confesar mi iniquidad, pues mi pecado me angustia. 19 Muchos son mis enemigos gratuitos; abundan los que me odian sin motivo. 20 Por hacer el bien, me pagan con el mal; por procurar lo bueno, se ponen en mi contra.
21 Señor, no me abandones; Dios mío, no te alejes de mí. 22 Señor de mi salvación, ¡ven pronto en mi ayuda!
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